Pidiendo sonrisas

Los que no son habitués de tomar ese subte a esas horas de la tardecita suelen mirarla raro. Será por su exceso de palabras, por su despeinado pelo, su desalineada ropa o, quizás, por sus particulares pedidos. Lejos de ellos, en mi rutina, ella es una habitante más de mi tradicional paisaje diario. Alguien que con su esquizofrenia tan particular supo ganarse una parte de mí.
Morocha, de mediana edad, ojos pequeños y mirada profunda, sube siempre, como yo, en el primer vagón de aquella vieja formación. Con sus manos cargadas, camina con pasos cortos por el angosto pasillo entre los gastados asientos de madera, ofreciendo lo que vende. Pero esa pila de revistas parece ser sólo una excusa para buscar al otro y darse a conocer.
Sin requerir que lo que ofrece sea comprado, bromea con los pasajeros, que nunca dejan de observarla extrañados ante su particular pedido de sonrisas y buena onda, a pesar de la hora, y de las particulares cotidianeidades de cada compañero de viaje.
Muchos libros y profesionales hablarán de teorías de venta, marketing y publicidad, cosas de lo que ella nada sabe. Y, sin embargo, su estrategia le resulta por demás efectiva. Porque más de unos varios sucumben ante su simpatía, como hace unas semanas pasó conmigo.
Aquella tardecita que la vi por primera vez recuerdo que ocupé todo mi viaje pensando en ella, tal vez porque me sorprendió, seguro por estas manías de inventarle historias a ciertas gentes. Después, cuando empecé a conocerla, se ganó mi admiración.
Cada vez que nos vemos ya nos saludamos y ella me pregunta cómo estoy. A veces sólo un gesto reemplaza más que unas cuantas palabras y creo que conoce el idioma.
El otro día, angustiada, hablaba que le habían robado una mochila con una bufanda que le había tejido su mamá, y me enterneció más que de costumbre. Ingenua, ofrecía recompensa a quién la encontrara y se la devolviera. Como si unos billetes pudiesen comprar tales objetos.
La sonrisa que le regalé esa tardecita fue más grande que la de siempre. Ella pareció entender lo que quería decirle, y me agradeció el doble.


6 comentarios:

  1. siempre resulta un tanto extraño q alguien t pida una sonrisa... pero acaso eso no es la mejor forma de sobrellevar la vida?... lindo post! beso!
    Fernanda

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  2. "Nada debe ser ignorado por su simpleza. Toda persona tiene el gran valor de un igual, del otro, del hermano."
    Adriana

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  3. ¡Qué lindo! Nada más lindo que una sonrisa, ya sea que te la regalen o que la recibas. Iluminan la tarde de invierno las sonrisas ♥

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  4. Muy lindo Pabli! como siempre todo lo que escribis transporta a ese espacio y tiempo... Un besote!!!

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  5. y es que es tan mágico el poder de una sonrisa!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! abrazo de luz!!!! y muchas sonrisas, claro, bien tucumanas!!!!

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  6. Esos personajes que la vida nos regala son un baluarte muy poco apreciado, la sonrisa es uno de los mejores regalos que uno puede dar y enriquecen el alma. Hay una canción que dice "yo no tengo todo calculado, ni mi vida resuelta, solo tengo una sonrisa y espero una devuelta"
    Dani Torres

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