Dos miradas

Cansado de la jornada, con la mochila pesada llena de papeles y carpetas, un abrigo "por si refrescaba a la noche", y una botella de agua a medio terminar, subí al colectivo rogando por un asiento libre. A esas horas, después de haber caminado todo el día, las piernas pedían una tregua.
Saqué boleto y, como acostumbro a hacer, caminé hacia el fondo. Debía haber pasado otro bondi hacía poco porque la gente viajaba cómodamente. No tenía lugar para sentarme, pero me ubiqué, sin pedirle perdón a nadie por haberlo empujado, al lado de la puerta de atrás.
Miré los rostros cansados de mis compañeros de viaje. La escena siempre similar. Entredormidos, escuchando sus músicas, mandando mensajitos de texto, informándose con el diario que ya a esa hora tenía noticias viejas.
Cuantas vidas en tan poco espacio, en ese lugar, por un rato común, que nos iguala por el valor de un mismo boleto. Qué interesante análisis sociológico es el colectivo.
La calle, allá afuera, era un caos. Los bocinazos lograban tapar el ruido de mis pensamientos. Vertiginosa ciudad.
A las pocas cuadras, se libera uno de los asientos de la fila de atrás. Por mis adentros agradecí a la señora llena de bolsas que se bajaba en la próxima parada.
Ahora sí, con la mochila en mis rodillas, tomé otro trago de agua y saqué mi libro de esos días. La historia contaba los encuentros esporádicos de una tal Alejandra con un Martín, en el Buenos Aires de los años `50.
Era un libro de los "gordos", como algunos suelen decir, pero de esos que te atrapan desde el comienzo. De esos que te imaginas a los protagonistas de carne y hueso, y hasta simpatizás con alguno de ellos. Quizá la vida de él tenía bastante de parecida a la mía. Y cuando Martín le contaba a Alejandra de sus batallas, ella le retribuía con esas miradas que paran el mundo por algunos segundos.
La calle, allá afuera, seguía siendo un caos. En 15 minutos habíamos avanzado nada. Me esperaba un largo viajecito.
Pero mi resignación olió un perfume que me hizo levantar mi cabeza gacha. Unas alpargatas floreadas, una pollera colorida, un morral cruzado. Otra vida más compartiendo el mismo espacio. Nadie sabía de ella en ese lugar. Y en ese misterio, yo me sentía caer.
Eras sencilla y lucías un aire de tranquilidad que te quedaba muy lindo. Haciendo juego, tus ojos, enormes y profundos, como el mar. Pero vaya uno a saber de tus realidades, no las inventadas por mí. Vaya uno a saber del andar de tus cotidianeidades.
También, como el resto, parecías cansada. Qué tal habría sido tu día, quién o qué te esperaría en tu vuelta a casa, si ese era tu destino. Ignorabas que te contemplaba sutilmente, con miradas perdidas, preguntándome por vos.
No sé cuanto tiempo había pasado desde que empecé a imaginarte. El caos del afuera seguía su curso, pero los ruidos ahora no lograban tapar mis pensamientos. En mi cabeza hablabas más fuerte, y en un idioma nuestro, que los demás compañeros de viaje no lograrían entender. El guión de tu historia en mi cabeza.
Cerré los ojos por un momento. Temía ser descubierto. Me costaba volver a la realidad en esas ocasiones. Peléandome con ella, me propuse regresar a mi libro, dejado atrás hacía ya unos cuantos minutos. Pero la falta del perfume que hasta ese entonces daba el aire un aroma especial, hizo levantar mi vista.
Te busqué desesperado, como quien pierde algo. El tiempo otra vez se me llevaba una historia. Y lo maldije. Al encontrarte, ya caminabas con paso firme por la avenida.
El reflejo siguiente fue instantáneo. Abrí la ventanilla como queriendo gritarte, pero no pude. Llegaste a darte cuenta de mi intento y como sin querer, te giraste frente a mí. Me devolviste una sonrisa dulce, una leve mueca de tu boca, un destello. Y por primera vez en ese rato, me viste a los ojos.
Sólo me regalaste tres segundos de tu mirada. Suficientes. Eternos. Tres segundos en los que me sentí como Martín cuando le cuenta de su vida a Alejandra, detenido en el tiempo.


"UNA PALABRA" (CARLOS VARELA)

10 comentarios:

  1. Casi un cuento!! con algo de realidad, donde en las primeras lineas mi imaginacion tambien jugo e imagino cierto encuentro.
    Sinceramente es maravilloso, cuantas histarias como esta se veran dia a dia en cada colectivo, cuantos compañeros de viaje...y como siemrpe vos encontrando las palabras justas para expresar sentimientos que creo que muchos alguna vez habremos sentido e imaginado...

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  2. Muy bueno bro! Que buena reflexión, que linda historia. Imposible no atraparse y meterse de lleno en el relato. Cada publicación es sentirse comprendido, y no tan solo en situaciones de reflexión y "batalla" en la vida misma.
    Lo quiero bro! Un abrazo y siga así!

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  3. Como siempre tus palabras describen momentos que todos pasamos alguna vez. El típico intercambio de miradas en algún transporte publico que te deja pensando por unos minutos.
    Este escrito me lo compartiste antes de que saliera a la luz así que tuve un acercamiento previo que provocó mi reflexión desde ese momento.
    Lo que más me gusta es que todo lo cotidiano lo haces parecer maravilloso, asombroso, sorprendente e inquietante.

    Espero la próxima :)

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  4. si habremos ganado batallas pabli, y acaso sin darnos cuenta de ello....qué felicidad esta vida!

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  5. Pablito!! Mi primer paseo por tu nueva criatura, muy buena propuesta! Qué interesante tu último relato... Muy linda historia! Quién no ha encontrado y regalado esas miradas y momentitos en el colectivo?! Nos trae al presente aquellas ocasiones. Saludos a Alejandra y Martín.

    Besote grande!

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  6. Pablito que lindo que escribis..me lei los tres post...muy buenos....y tambien aveces me pongo a pensar.."que loco, pensar que estoy en el colectivo y cada uno tiene su vida, un mundo....y que solo forman parte de nuestra vida ese viaje, y que talvez, seguro, no sabremos mas de ellos" jajajja Te felicito:)Mari

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  7. muy lindo!!! dsp voy a leer los otros!!! =)
    Nany

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  8. Me encantó!! Muy lindo relato. Besos! Que gran libro estás leyendo en estos días. Uno de mis preferidos. Mariana

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